14 de febrero de 2024
A las puertas de una nueva Cuaresma, tomamos al Custodio del Redentor como ejemplo de virtudes a imitar.
1.- EL SUEÑO. Yo dormía, pero mi corazón estaba vigilante (Cant 5, 2). Siempre estuvo dispuesto a escuchar la llamada. Y, cuando despertó, se puso en marcha para cumplir los planes de Dios. Sus sentidos externos parecían dormidos pero, los internos, estaban en comunicación con el Creador.
2.- LA DISPONIBILIDAD. La llamada de Dios informará su vida entera en adelante. Hay un texto de la Escritura que viene aquí a propósito, el anuncio que Jesús hace a Pedro cuando le dice: “Te llevarán adonde tú no quieras ir” (Jn 21, 10). San José, con su rapidez, lo ha hecho regla de su vida porque se halla preparado para dejarse conducir, aunque la dirección no sea la que él quiere. Su vida entera es una historia de correspondencias de este tipo.
3.- EL SILENCIO. “Ni una sola palabra, los evangelios, ponen en los labios de San José. En su silencio quedarán sepultados todos sus padecimientos y esperanzas. La vida de este hombre no ha sido la del que, pretendiendo realizarse a sí mismo, busca en sí solamente los recursos que necesita para hacer de su vida lo que quiere. Ha sido el hombre que se niega a sí mismo, que se deja llevar adonde no quería. No ha hecho de su vida cosa propia, sino cosa que dar” (Benedicto XVI).
4.- LA HUMILDAD. Antepuso, desde el principio, la grandeza de Dios a su propia pobreza. Cuántos interrogantes surcarían su mente: ¿por qué a mí? ¿por qué yo? ¿por qué a María? San José nos ha enseñado, con su renuncia y con su abandono que en cierto modo adelantaba la imitación de Jesús crucificado, los caminos de la fidelidad, de la resurrección y de la vida.
5.- LA FE. Fue la respuesta de San José a todas las exigencias de Dios. También, como María, tuvo su personal anunciación. El sería el padre legal de Jesús, hijo de María, y María su esposa. ¿Cuál fue su reacción? Creyó, se puso en camino y esperó. Respetó, como María, los misterios de la Salvación, los designios de Dios.
6.- EL TRABAJO. Su oficio de carpintero lo plasmó con humildad y generosidad en Nazaret. Fue la escuela y el hogar de Jesús. Trabajo y sufrimiento (todo mezclado) salió al paso de San José. No fue un camino de rosas su existencia pero, por su actitud generosa, encontró siempre la mano de Dios.
7.- EL SUFRIMIENTO. Los planes de Dios sobre María, las posadas que se cerraban ante el nacimiento de Cristo, la indigna morada donde el Salvador vino al mundo, Jesús perdido entre la multitud. Interiorizó todos estos acontecimientos aunque, a simple vista, le pareciesen incomprensibles e injustos.
8.- LA OBEDIENCIA. Resquebrajados los planes de su vida personal y familiar, San José, se abrió sin fisuras a la voluntad de Dios. Soñó, y en esos divinos sueños, entendió y comprendió que Dios le pedía un gran sacrificio: acompañar a María y ser responsable, el padre terreno de Jesús cuando naciera. Facilitó primacía, en todo, a Dios.
9.- EL SERVICIO. Fue feliz sirviendo a la causa del Señor. No siempre, el ruido, hace bien y….casi siempre el bien no hace excesivo ruido. San José es el hombre que, sin fuegos artificiales, se entrega con fidelidad y prudencia a los deseos del Señor.
10.- LA ESPERANZA. Nada de lo que aconteció a su alrededor le hizo perder la calma ni la serenidad. San José refleja la persona que aguarda, que persevera y que permanece firme en sus convicciones a pesar de las dificultades. Como Abraham, con razón se dice fue capaz de “esperar contra toda esperanza”. Padre por y en la fe.
Que el Señor, por intercesión de San José, nuestro Patrón y Protector, nos conceda vivir una fructífera Cuaresma.
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